Por primera vez en nuestra historia
evolutiva, hemos generado un entorno completamente secundario, virtual,
densamente complejo ―una sopa electromagnética― que esencialmente se superpone
al sistema nervioso humano.
(Dr. Michael Persinger, neurocientífico en la
Laurentian University que ha estudiado los efectos de los campos
electromagnéticos en células cancerosas).
Antes de que Thomas Edison y Nikola Tesla descubriesen cómo utilizar la
electricidad, los únicos campos electromagnéticos a los que estaba expuesto el
hombre eran:
• El campo geomagnético de la Tierra, con una fuerza de 0,5 miligauss y
frecuencias de entre 1 y 30 herzios (ciclos) por segundo (varía por zonas y
épocas). La mayor potencia y amplitud del campo se produce entre los 7 y 10 Hz.
Curiosamente, las ondas cerebrales humanas también van de 1 a 30 Hz, y a las de
10 Hz se les llama ondas alfa, propias de un buen estado de salud.
• Las radiaciones electromagnéticas naturales y campos gravitatorios
procedentes del Sol, otros cuerpos astrales y el espacio exterior.
• Los campos electromagnéticos naturales procedentes de otros seres
humanos, animales, plantas, minerales, vientos y condiciones atmosféricas, que
básicamente son un producto de la interacción entre la Tierra y el espacio.
Durante millones de años, el cerebro, el cuerpo y el código genético de
nuestros antepasados evolucionaron en plena sintonía con el campo geomagnético
de la Tierra, del cielo y otras fuentes menores naturales. Sin embargo, desde
que la industrialización favoreció la construcción y el empleo de aparatos
eléctricos, cada vez estamos más expuestos a campos electromagnéticos artificiales.
Dichos campos son cada vez más potentes, y sumamente prejudiciales, ya que
funcionan en potencias y frecuencias artificiales a las que nuestra biología no
está en absoluto adaptada.
EN EJEMPLO DE ONDAS:
• ELF (Extremely Low Frequency, o
frecuencia extremadamente baja). Entre 0 y 30 Hz. Longitudes de onda de más de
diez mil km. Considerada frecuencia de "sub-radio". Torres y tendidos
eléctricos, cables domésticos, ordenadores, etc. Pueden causar que corrientes
eléctricas recorran el cuerpo. Algunos programas militares utilizan esta
frecuencia para manipular la ionosfera, encontrar hidrocarburos, depósitos de
armas, instalaciones subterráneas enemigas, etc. Uno de los principales
problemas planteados por los ELF es que sus frecuencias incluyen aquellas a las
que funciona el cerebro humano y la Tierra. Esto explica que la presencia de
instalaciones de ELF se relacione con una serie de males cerebrales como la
leucemia (especialmente infantil), la demencia, los dolores de cabeza,
interrupciones del sueño, los mareos o el alzheimer, así como que existan armas
basadas en radiaciones EMF, capaces de manipular hasta cierto punto el
comportamiento humano y la corteza terrestre
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